Yo también tuve un aborto

Carteles con la frase un aborto libre y seguro por todas partes. Siendo 2018 todavía nos controlan, nos reprimen, nos engrillan y las mujeres tenemos que batallar con personas que dominan nuestro cuerpo, que deciden por nosotras ante la ley, personas que jamás entenderán que parir debe ser un acto de amor, no una obligación social, no un acto divino. Ya basta de vivir así y no ser verdaderamente libres. No me siento menos mujer, menos valorable, ni respetable por haber tenido un aborto, esta es mi historia.

En tiempos en que mi vida tenía un caos sentimental, con una relación amorosa que sabes te duele constantemente porque eres engañada, abusada y minimizada es que un día me di cuenta que tenía un retraso en mi periodo, suelo ser muy regular y eso me inquietó.

Recuerdo una mañana levantarme, arreglarme para el trabajo y salir por la puerta rápido porque iba atrasada, llegar a la oficina y no pensar en más que qué pasaría si estaba embarazada, imaginando la vida con alguien más de quien sería responsable, imaginando la vida en un minuto mientras se me perdía la mirada en un punto fijo y de lejos pareciese desvanecerme. Ese día no soporté estar encerrada entre las paredes del capitalismo y consumismo, salí a mi hora de almuerzo y me fui para no volver al trabajo. En el camino de vuelta a mi casa compré dos test de embarazo; me acuerdo que gastaba lo último de plata que tenía en la billetera y la cuenta; tenía que saber si estaba embarazada.

Todavía recuerdo los resultados; las rayas estaban un poco borrosas, pero implicaban un sí, eran la confirmación de un cambio en mi vida, entonces por un segundo me desmoroné sobre mis pies y me volví a armar al minuto cuando volví a la realidad. Tenía 22 años, había llegado a Santiago junto a mis hermanas sin el apoyo familiar y estábamos solas sobreviviendo en una ciudad hostil, que no te hace cariño al pasar.

A decir verdad no había imaginado tener hijos, tener una familia, tener a alguien más; pero pese a que mi relación amorosa se basaba en engaños y sabía que el padre de mi futuro hijo era un ser despreciable quise seguir adelante y confiar nuevamente en el destino, pensando que traería las cosas correctas y que siempre todo se solucionaría, como lo hago desde pequeña.

Recuerdo esos dos meses de estar embarazada; la ilusión de tener a un ser gestando dentro de mi y que ese ser sería mi incondicional por siempre, mi fuente de amor infinito sin un por qué. Recuerdo haber asistido a los controles, tomar el ácido fólico y alimentarme mejor; estaba haciendo mi esfuerzo físico, mi problema era mental.

Las cosas en mi relación amorosa no fueron diferentes con la noticia de la llegada de un bebé; la cotidianidad de mis días siguió; insegura porque sabía él me engañaba, insegura porque esa relación no era verdadera y ahora no sólo estaba yo, si no alguien más haciéndome compañía en todos los sentimientos que experimentaba.

Todos los días lloraba en algún momento del día; a veces lágrimas al despertar, a veces lágrimas en el baño, a veces lágrimas en la micro, a veces lágrimas que clavaban mi corazón y me partían el alma; todos los días me preguntaba por qué a mi  -siempre he sido tan leal con mis anticonceptivos, tomo las pastillas todos los días, ya he sufrido mucho en mi vida, ya he llorado tanto que mis mejillas han perdido piel por la humedad- , todos los días era feliz y triste, todos los días durante dos meses intenté ser feliz con mi embarazo, pero había un dolor más grande en mi.

Ese último día lo recuerdo muy bien; estaba en mi trabajo como era habitual y se me ocurre entrar al facebook de él para saber si puedo confiar, para saber qué encuentro. En el fondo nosotras siempre tenemos una corazonada, no me equivoqué; conversaciones amorosas con muchas mujeres, viajes a otra región constantes en los que me engañaba y aquí estaba yo; defendiendo a todas las mujeres ante abusos y no pudiendo defenderme a mi misma de la vorágine.

Fui al baño al rato de ver, cerré los ojos y de guía con mi corazón sólo balbuceé: «Dios, sé que a veces reniego de ti, que no creo en la figura que nosotros te hemos dado, pero sé que existes, sé que existe algo más allá, que eres fuerte y poderoso. Ayúdame, ayúdame por favor, ya no me quiero sentir más así, ya no quiero este dolor constante que hace que me duela, quiero estar bien, quiero ser feliz, ayúdame y sólo muéstrame que hacer, ayúdame» y entonces mientras repetía aquellas palabras también pensaba en todo lo que sentía, en el dolor que traía conmigo en mi vida desde que nací, ya no quería arrastrarme en mis sentimientos, yo quería correr con ellos y superar mi tristeza.

Aquellas palabras fueron pronunciadas a las dos de la tarde, a las cinco y treinta empecé a sentirme un poco mal, me dolía el estómago entonces fui al baño. Bajé mis pantalones, me senté en el wc, miro hacia adelante para luego bajar la mirada y ver que mi calzón tiene manchas de sangre, entonces me asusté. Hablo con mi jefa, me voy del trabajo y la situación sólo empeora, ese día en la noche me quedo acostada en cama, fui a verlo a él pero no me presta mucha atención, prefiere el celular y sus amigos, la marihuana y el alcohol. Al otro día no voy al trabajo, no tengo ganas de levantarme, pasa el día y yo sigo ahí.

A eso de las cuatro de la tarde comienza el sangrado constante; primero fueron unas gotas de sangre para durante una hora no parar y aumentar el flujo, me empiezo a sentir mal, esto no es normal, estaba teniendo una hemorragia.

Rápidamente fuimos a la clínica, el médico ginecólogo me examina, habla conmigo y mirándome a los ojos pregunta si tomé algo para abortar a lo que respondo que no. Tenemos que llevarte a pabellón – dice -, y entonces en ese momento me doy cuenta que estos dos meses fueron una ilusión, una prueba más de mi vida, una cosa más para sumarle al caos.

Lo que duele de este proceso es que lo hacen en el piso de maternidad; aún recuerdo que me sentía en una película; primera escena: yo saliendo de la consulta en silla de ruedas llorando – segunda escena: la enfermera llevándome en silla de ruedas a una sala de maternidad donde tenía que esperar a que prepararan el pabellón – tercera escena: yo viendo a todas las mamás con sus bebés al lado mio, cuarta escena: que me vayan a buscar para llevarme a pabellón y me inyecten la anestesia – quinta escena: despertar y preguntar cuándo empiezan y que el cirujano responda: chiquitita, terminamos – sexta escena: levantarme un poco, girar la cabeza, mirar a mi alrededor y ver que se llevan un recipiente lleno de sangre y gelatina, mirar los guantes ensangrentados de todos en la sala, saber que ahora mi vientre está vacío- séptima escena: volver a tenderme sobre la camilla, mirar hacía arriba, ver un punto fijo, perderme y llorar.

Esa noche legó mi hermana y unos amigos, estuvieron conmigo y me acompañaron hasta tarde. Fue la noche más triste que he tenido y eso que han sido demasiadas en mi vida, pero ese dolor como les digo; no lo puedo explicar. Al otro día tenía que irme antes de las doce la clínica, como suponen nadie fue por mi y me fui caminando sola, bajando esos peldaños de la salida de la clínica como si hubiese ido al médico para consultar por un resfrío… nada ocurrió, nada dentro de mi.

Tener un aborto espontáneo fue una de las cosas más difíciles de que me ha tocado vivir; porque pese a todo nunca quise interrumpir el embarazo, porque pese a todo lo que me estaba pasando sentía que la vida me daba un regalo. A veces pienso en el momento en que esto pasó, en mis palabras hacía Dios y en todo lo que implicó y no se que más decirme, sólo que fue lo mejor que pudo haberme pasado.

A veces las situaciones duelen tanto que piensas que de esta sí que no sobrevives, porque desgarras tú alma, agotas tú voz y te falta energía para respirar; pero el ser humano es tan infinito y fuerte que llega un punto en que no hay más dolor y que aceptas las para superar, crecer y avanzar.

Todo el dolor que experimenté se que muchas mujeres lo pasan también, con embarazos no deseados o por los sentimientos post aborto que nadie ve, nadie es capaz de ver tu interior. Ser mujer es muy difícil en esta sociedad, tomar decisiones siendo mujer también lo es.

Estoy con todas las mujeres que tomen el aborto como opción, que vean más allá y no se detengan por las palabras de la sociedad mojigata que permite la violación y no la interrupción, que permite el dolor de la madre cuando el feto tiene problemas sabiendo que el embarazo no llegará a buen fin, que permite que niñas tengan bebés cuando deberían estar creciendo con normalidad, que permite que la mujer lleve a cabo un embarazo cuando es su mártir.

Sociedad de mierda y sus tabúes, sociedad de mierda que aún nos tiene presas… lo mío fue el destino, pero si alguien quiere jugar con el destino no deberíamos entrometernos.

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